viernes, 11 de marzo de 2011

La escuela hoy y las alternativas frente a lo aparentemente totalizador



Fragmento: "La escuela hoy y las alternativas frente a lo aparentemente totalizador" - escrito por Ayelen Anso (Licenciada en Ciencias de la Educación).
           
              La escuela surgió como corolario de un proyecto determinado de sociedad, fue orgánico a un determinado momento histórico, social, económico y político en el que se necesitaba construir instituciones educativas capaces de formar un tipo de ciudadano, de hombre y de sujeto.
            En la actualidad, aquel ideal ya no tiene sentido. No queremos una educación que forme para la autonomía y la igualdad desde una razón que nos imparta a todos y a cada uno el deber para actuar cotidianamente. No podemos pensar en que “la razón es la cosa mejor repartida del mundo”, lo más igualitariamente otorgado a cada uno de los hombres y que solo hay que aprender a usarla. No podemos creer que si todos nos educamos en los mismos niveles, vamos a ser capaces de obtener los mismos conocimientos.
           



         En el proyecto educativo de la modernidad, para el cual surgió la institución escolar tal como hoy la conocemos, no se concebía a todos los hombres como iguales. Aquellos que accedían a la educación eran los futuros ciudadanos, o los futuros trabajadores, o las futuras madres de familia, o los futuros gobernantes. No todos accedían al mismo tipo de educación y no todos obtenían las mismas certificaciones. Entonces, no se puede afirmar que el único propósito de la educación fuese educar, “disciplinar” la razón para conformar un sujeto autónomo y libre de ataduras externas a él mismo. La educación siempre implicó un olvido, una máscara, un velo, que oculta a ese otro que hoy debemos intentar conocer. Pero no sólo eso, sino que también debemos intentar ir mas allá de aquello que históricamente se haya impuesto como lo válido de la existencia. Si en algún momento se desnaturalizó la existencia, se vio “mas allá” de la esencia de las cosas, y se construyó un sujeto que paso a constituirse en fundamento; más que nunca hoy, cuando los “excluidos”, los “otros”, los “olvidados”, los “hedientos”, el “pueblo”, comienzan a alzar su voz, debemos pensar que “ese otro no es tan otro”, que es parte de un “nosotros”. Un “nosotros” que nos constituye como humanidad, que está antes de “ser”. Antes de eso, se “esta”, antes de eso existe la sabiduría de los pueblos, la cultura que da sentido a la existencia. Y todo esto dista de ser un universo totalizador que nos rija desde un sector del mundo. La humanidad esta constituida por cada uno de los que “habitamos” el mundo, de los que cada día con nuestra práctica lo “construimos”. Ahí esta el “nosotros” en el que se desconstituye el sujeto de la modernidad, en el cual aquel proyecto iluminista encuentra su limite.
             Y ésta no es solo una discusión que intente plantear al hombre en abstracto, con independencia de su experiencia, de su existir. Es justamente esto lo que una educación ética o liberadora de la opresión intentaría rescatar: el vivir cotidiano, el “estar para el fruto”, el pueblo como “sapiencia”, el “nosotros” del que todos somos parte, y no solo unos pocos que rijan cual y como debe ser la educación de los hombres y de los pueblos y culturas.
            Como dijimos al principio, solo podemos “demandar” alternativas de educación moral, apelando a lo ético-político, cuando se vislumbra que lo existente no brinda respuestas ante un mundo “globalizado”, mercantilizado, un mundo que excluye y un sujeto que se resiste a ser visto como fundamento de la existencia.
           La sociedad ya no es la misma que hace cuatro siglos. Nuestra sociedad “americana”, no es la misma que aquélla en la cual surgió el pensamiento “moderno” (del cual nos hicimos eco). Es hora de que dejemos de hacernos eco también de los discursos totalizadores que nos toman como aquel otro “diverso” y “diferente”, discurso que utilizamos también para denominar a aquellos que no somos. Es hora de pensarnos “nosotros”, de pensarnos parte de, de recibir aquello “otro” también como parte del nosotros, de dejarnos interpelar por ese otro que nos impusieron como “diverso” y “diferente”, del cual quizás, y mas verdaderamente, seamos fruto.

              “Se trata finalmente, de la resistencia de los bárbaros expulsados, convertidos, educados y, ahora, seducidos a quedar encerrados en la falsa alternativa: sujeto-no sujeto; nación-planeta. Aquí radica la insistencia de lo justo y la persistencia del nosotros, que es la única fundamentación posible de la ética, precisamente la que consiste en exponernos a ser fundados desde y por lo ético mismo”[1].


mail: ayelenanso@gmail.com



[1] CULLEN, C. “El nosotros como fundamento de la ética”; en Reflexiones desde América. Tomo III. Rosario. Editorial Fundación Ross. 1986. 

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